El bienestar de sus niños es la razón de ser de la madre indocumentada

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(©iStockphoto/fotostorm)

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EL PASO – Cerca de dos tercios de los 10.2 millones de inmigrantes sin documentación han residido en Estados Unidos durante al menos 10 años y casi la mitad de ellos son padres de niños pequeños, según el informe dado por el centro de estudios Pew Hispanic Center.

“No venimos a robar, ni a ser  flojos, venimos a prosperar”, afirma Verónica quien terminó una carrera profesional en economía en Ciudad Juárez y quien volvió a empezar desde abajo en Estados Unidos como migrante indocumentada en busca del bienestar de sus hijos.

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Miles de personas, como Verónica, tienen que cruzar la frontera en busca de una vida mejor para tratar de salir adelante y han permanecido sin documentos durante años.

El análisis del Pew Hispanic Center, basado en la información de marzo del 2010 por la Oficina del Censo, encontró que 35% de adultos inmigrantes sin documentos han residido en Estados Unidos por 15 años o más; el 28% de 10 a 14 años; el 22% de cinco a nueve años; y el 15% por cinco años o menos.

El 49% de los 5 millones de adultos inmigrantes sin documentos viven en familias con niños menores –aproximadamente 1 millón de inmigrantes son niños. El número de hijos nacidos con al menos un padre inmigrante sin documentos se ha duplicado desde el año 2000, según reportan las estadísticas del Pew Hispanic Center.

Es el caso de Verónica, quien ha vivido en Estados Unidos por 15 años de los cuales estuvo aproximadamente 10 años como indocumntada, recuerda con tristeza que con solo su pasaporte local y la renta de un solo mes, pues no contaba con dinero suficiente para el depósito, decidió inscribir a sus tres hijos en las escuelas públicas de El Paso, con la esperanza de que alcanzaran un futuro mejor al de ella pues ellos si habían nacido “del otro lado”.

El idioma, los altos costos y la falta de documentos  fueron los principales problemas de Verónica. Ella solo recibía una ayuda mensual, por parte del padre de sus tres hijos de $350 y no tenía trabajo para ayudarse a sobrevivir. En algunas ocasiones le ayudaba a una amiga de Juárez a vender joyas mexicanas en El Paso y junto con eso sacaba para la renta.

“Vivíamos en un cuartito detrás de una casa. No teníamos carro. Recuerdo tristemente que para ir a lavar la ropa caminábamos como siete cuadras y tenía que llevar la ropa en un carrito de dos llantas amarrado con un cordón a un bote amarillo”, dijo Verónica con una expresión de tristeza en la cara.

Siendo una persona de valores y buscando como salir adelante sin un trabajo fijo, Verónica decidió ponerse a estudiar nuevamente y al mismo tiempo se involucró en el centro de padres de la escuela de sus hijos para estar más pendiente de su educación.

Ese ambiente inspiró a Verónica a seguir buscando alternativas para no estancarse en un solo oficio, pues a pesar de que como muchos otros migrantes indocumentados estaba dispuesta a hacer trabajos rudos y pesados, el objetivo principal de Verónica era impulsar a sus hijos hacia un mejor futuro.

Afortunadamente logró ser voluntaria en El Poder de la Mujer, una organización sin fines de lucro en El Paso dedicada a ayudar a mujeres maltratadas por diferentes tipos de violencia, donde se dio cuenta que habían muchas mujeres migrantes como ella que también necesitaban ayuda y apoyo. “Ahí fue donde descubrí que yo también venía de violencia domestica aunque nunca recibí golpes físicos, pero sí abusos emocionales y psicológicos,” cuenta Verónica.

Es de esta manera fue como ella reflexionó sobre su situación pasada, en donde tenía una carrera profesional, un trabajo y un matrimonio, y que por cuestiones de la vida se quedó sin nada y decidió volver a empezar en otro país donde su interés y gusto por ayudar a los demás le ayudó a superarse. “Yo sentía como que estaba ejerciendo mi carrera aunque no me pagaran”.

Debido a esto fue promotora de salud donde en ocasiones recibía una pequeña gratificación por 40 dólares. Más tarde, logró ser aceptada en una comunidad de Housing,  debido a que sus hijos nacieron en este país, pues ella no contaba con la documentación necesaria, y es aquí donde como voluntaria de la comunidad alcanzó el papel de vicepresidenta para después ser presidenta de la comunidad de residentes de Jackie Robinson.

Sin dejar de estudiar, sus hijos comenzaron a aportar dinero al hogar en cuanto cumplieron 16 años lo cual fue un gran apoyo para su situación económica para pronto empezar con la petición para arreglar su residencia al ser estos mayores de edad. “Cambió mi vida, sentí una gran emoción y alegría cuando recibí mi visa de residente y la usé por primera vez, saber que ya podía trabajar legalmente en este país”.

Con mucho esfuerzo, humildad y ganas de salir adelante Verónica, quien a pesar de ser madre soltera, logró superar los obstáculos que todo migrante indocumentado enfrenta con el fin de superarse y tener una vida mejor que en su país de origen.

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Nota del editor:  Verónica pidio que no se usara su apellido en este artículo.

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