Y el recuerdo se paseó desnudo

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EL PASO — Parecía ser una invitación más a la nostalgia: “España 1939-2009, 70 años de Exilio Republicano en México”. Ese tipo de invitaciones que aparecen intempestivamente en los pasillos universitarios de todo el mundo. No sin causa: la vileza humana hace necesaria la celebración cada tanto de tales ceremonias. El 25 de septiembre pasado se reunieron en el auditorio Blumberg de UTEP más de un centenar de personas para escuchar a una mesa de panelistas, y más importante, a un puñado de los verdaderos protagonistas de una de las muchas historias que es la guerra civil española: la tragedia del exilio. Los expertos en el tema descubrieron las diversas aristas de los acontecimientos, agotando las posibles aproximaciones: la interpretación histórica, la anécdota, las relaciones transversales con otros hechos y realidades.

Y sin embargo, eso el público ya lo sabía de antemano. Asistía concientemente a un tinglado para simular el recuerdo de lo pasado sin tocarlo en la médula, montado para entender lo que pasó sin arriesgar el pellejo. El comprender las razones por las cuales ocurren las cosas horribles basta como acicate de un ansia justificada pero estática de conocimiento. El recordar, en cambio, otorga un tipo de sabiduría que alimenta la esperanza. Y fue eso precisamente lo que sucedió después de que el último de los panelistas les otorgara la palabra a los protagonistas de la noche. El recuerdo voló nítido sobre la cabeza de los asistentes, incendiándoles las melenas como las furias que cruzaron los cielos de España al comienzo de la guerra.

Y voló por boca de los mismos jóvenes, casi niños, que hace 70 años arribaron al puerto de Veracruz para darse cuenta que estaban a salvo pero en territorio desconocido. México era amigo, pero no era España. Esa escisión fundamental es la gran tragedia del exilio, una tragedia, por lo demás, que el pueblo Español no ha sido el único en sufrir. Y sin embargo el dolor de esa pérdida ya no estaba presente en las voces que cruzaban el ámbito del auditorio. Había lágrimas, claro está, pero se me antoja que eran menos el producto de la nostalgia que nombra algo perdido, que el efecto devastador que les había producido el darse cuenta que la solidaridad era posible aún después de la barbarie.

Un país, unos ríos y un aire, unos hermanos desconocidos los recibían con los brazos abiertos. Aquellas personas no se han podido recobrar aún del todo de la feliz sorpresa que les produjo el abrazo fraterno de un extraño. Y al contrario, se me antoja que la guerra les produce un inmenso sopor, máximo un fastidio de cosa muerta. Para ellos, lo dijeron, España se había desdibujado a través de los años para convertirse poco a poco en Chihuahua o Sonora. Ellos y ellas, contra todo pronóstico y después de haber contado con la suerte de escapar de la debacle, pudieron hacer una vida en suelo extraño, trabajar y tener descendencia. Tener derecho a una vida. Y eso no es poco.

En algún momento, uno de aquellos jóvenes de hace 70 años recordó como durante la celebración del grito de independencia mexicano una turba de borrachos se dirigió hacia  la casa en donde vivían los exiliados con la intención de apedrearla. Y lo hubieran hecho si no es porque un español franquista, vecino de enfrente y dueño de un hotel, llamó a la policía para evitarlo. La razón que dio de su comportamiento es casi ejemplar, “Yo puedo ser franquista, pero primero soy español”. Sólo le falta a esa frase la superación de la frontera falaz que distingue y divide, para atreverse a saltar al terreno inmenso que es la pura buena voluntad del ser humano. Claro, los exiliados españoles en México no necesitan de ello. Ya lo saben. Lo comprendieron de la manera más dolorosa pero acaso más perdurable y bella.

2 thoughts on “Y el recuerdo se paseó desnudo

  1. Hola! Estaba sentada a tu derecha. Crei que estabas durmiendo pero no! Estabas absorbiendo todo en una manera muy introspectiva e perceptiva. Eres un buen cronista, debes escribir mas para Borderzine! Me gusta como tejes las palabras.

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