8. El Amante por Marguerite Durás.

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El amante, Marguerite Durás.

El amante, Marguerite Durás.

50 LIBROS/ 50 BOOKS: Mujeres y sus historias.

Estoy pasando por una etapa francesa. Inició hace unos meses con Dulces días de disciplina de Fleur Jaeggy. Después vino Infancia de Nathalie Sarraute. Un libro siempre lleva a otro. Una autora siempre lleva a otra y di un pequeño salto en el tiempo para releer a otra escritora que, como Jaeggy y Sarraute, volvió los ojos a la infancia y escribió una de las novelas más intensas sobre los llamados ritos de iniciación. Me refiero a Marguerite Durás y su novela El Amante.

El amante, Marguerite Durás.

El amante, Marguerite Durás.

Vi la película, dirigida por Jean-Jacques Annaud, hace muchos años y lo que más recuerdo es, precisamente, el tórrido romance entre una jovencita de quince años y su amante, un aristocrático joven chino de 26 años. Leer esta novela me hizo descubrir todo el mundo detrás de la protagonista, en definitiva Durás construye algo que va más allá que la historia de una chica y su amante.

En El Amante Durás construye, con saltos de tiempo y de espacio: la vida antes y después de la Segunda Guerra Mundial, la vida en Indochina y en Francia, la vida antes y después de la familia. Este, además, es un relato con tintes autobiográficos, la autora nos devela cómo era la vida antes de la escritura, cómo era la vida dentro de una familia unida solo por la sobrevivencia:

En las historias de mis libros que se remontan a la infancia, de repente ya no sé de qué he evitado hablar, de qué he hablado, creo haber hablado del amor que sentíamos por nuestra madre pero no sé si he hablado del odio que también le teníamos y del amor que nos teníamos unos a otros y también del odio, terrible, en esta historia común de ruina y de muerte que era la de nuestra familia.

Un amor abominable se esconde… o, más bien, se expone en estas páginas. La protagonista vive con una madre que está y no está, con un hermano abusivo y con otro hermano más que sumiso, invisible. A ellos, diría Borges, no los une el amor sino el espanto. Es esta una “opera de gritos”. Todos están atrozmente solos a pesar de estar juntos, en su casa “Todo permanece, mudo, lejano”. Es una familia pétrea.

Es quizá por eso que cuando la chica de quince años se descubre observada por un hombre mayor, un elegante hombre en una limusina, decide jugar a ser la mujer que no imaginaba que era y a vivir el placer que no sabia que existía. No, no es amor, es deseo, el deseo por el cuerpo del otro, el deseo de –simplemente– abandonar la vida como se conoce. En la protagonista no hay ingenuidad, no piensa enamorarse, no va a intentar dejarlo todo y huir con él, no hay sueños de chicas de quince años; hay, en todo caso, la certeza de que en esas horas en que huye de la escuela para estar con él y en esas noches que vuelve a la cama a hurtadillas hay una vida más intensa que la que jamás ha tenido –o tendrá– con su familia.

Marguerite Durás escribió novela, teatro y cine. Estos tres géneros encuentran en cierta manera su lugar en El Amante. El lector es confidente de la chica y viaja con ella en el tiempo y advierte toda una serie de dramáticas experiencias en la vida de ella y de su familia. La chica se vuelve narradora y personaje, esa especie de distanciamiento crea un intenso acercamiento a lo más íntimo:

La mira. Con los ojos cerrados la sigue mirando. Respira su rostro. Respira la niña, con los ojos cerrados respira su respiración, ese aire cálido que ella exhala. Distingue cada vez menos claramente los límites de su cuerpo…

El amante es una novela de iniciación, es como dice Concha Miralles “la historia de un aprendizaje, iniciática, de una joven ante el descubrimiento de su propio deseo: el sexual, por un lado, y el deseo vital de ser escritora, por otro”. Escritura y deseo, ¿qué los difiere? en Durás: nada.

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