En la frontera

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EL PASO — Mucha gente me pregunta si me gusta vivir en El Paso. Lo hacen ya convencidos de que voy a decir que no. Piensan que me gustaría estar en otra ciudad, pero que bueh… caí acá. Después se sorprenden cuando digo que me encanta vivir en El Paso.

Sí, me encanta (literal y metafóricamente) y la principal razón por la que me gusta tanto es porque es una ciudad fronteriza. Vivo en la frontera entre dos ciudades, entre dos países, entre dos culturas. Para un poeta, la frontera es uno de los lugares más interesantes para estar, porque es justamente en la frontera donde pasan cosas bien cautivantes con los idiomas —en este caso, con el español y el inglés.

Es en la frontera y cómo se manejan, hablan, y viven estos dos idiomas que me recuerda que el idioma es la materia prima con la que trabajo y pienso. Viviendo en la frontera no hay forma de tomar la lengua por sentado. Vivir en la frontera me hace recordar todos los días que soy poeta.

Tal vez esta frontera sea un reflejo del bilingüismo. Ser bilingüe también me ha permitido mirar a los idiomas con los que trabajo. Mirarlos desde adentro y desde afuera. Me ha dado una flexibilidad, y hasta me talla el sentido del humor.

Sí, en esta zona fronteriza de El Paso-Ciudad Juárez es definitivamente donde quiero estar.

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Editor’s note: This column was previously published on Laura Cesarco Eglin’s blog Llamar al agua por su nombre

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