CIUDAD JUÁREZ – Día tras día Omar Morales es testigo del trauma que ha vivido esta ciudad y que aunque según estadísticas la violencia ha disminuido un 84 por ciento desde el año 2010, sigue causando estragos en la población más vulnerable, las víctimas de crímenes violentos.
Morales, de 24 años, es un joven estudiante de psicología originario de Ciudad Juárez que trabaja como terapeuta en el área de atención a víctimas para la Fiscalía del Estado de Chihuahua. Su oficina está localizada sobre el Eje Vial Juan Gabriel y la calle Aserraderos, en una de las zonas más transitadas de la ciudad.
“Tuve una gran oportunidad de tener este trabajo,” menciona Morales, quien lleva poco más de un año con el equipo de aproximadamente 75 personas que atienden a víctimas de violencia.
Como psicólogo de atención a víctimas, Morales trabaja con personas que tienen que vivir con las secuelas físicas y emocionales que son causadas por el crimen organizado en la ciudad.
Uno de los casos que más recuerda es el de un niño de solamente cinco años que perdió a su padre. Morales dijo que el niño tardó aproximadamente siete sesiones de una hora en mostrar un avance aparente, ya que aunque él entendía lo que Morales le decía el niño no hablaba y se comunicaba solamente mediante dibujos.
Después de varias sesiones de duro trabajo, el niño comenzó a hablar, a reír y a platicar con Morales. La ansiedad empezó lentamente a desaparecer y el niño empezó a mejorar su rendimiento en la escuela. La madre del niño vio la gran mejoría de su hijo y le agradeció a Morales por la paciencia que tuvo con él.
Morales dice que siempre son los niños los que tienen un mayor impacto en él, porque es muy grande y notorio el efecto que la violencia tiene en ellos.
Morales describió que en el proceso de tratamiento de una víctima uno de los obstáculos más comunes al tratar de brindarles ayuda es la agresión.
Algunas víctimas al momento de ser tratadas y evaluadas responden agresivamente, especialmente cuando los psicólogos visitan la escena del crimen. “Muchas personas cuando nosotros llegamos al lugar están en shock y al tratar de ayudarlas responden insultando: ‘Tú no sabes por lo que estoy pasando, no me entiendes, tú no me puedes ayudar.’”
Sin embargo, dijo Morales, “uno debe de estar consciente que aparte de la seguridad de las personas que vamos a ayudar, está la seguridad de uno mismo y el estar en la zona del crimen es muy peligroso”.
Morales comentó que no es común pero en ocasiones los asesinos vuelven a la escena del crimen para asegurarse de haber cumplido su objetivo, por esta razón las autoridades que atienden a estos crímenes deben ser sumamente cautelosas.
La madre de Morales al enterarse del trabajo de su hijo le comentó tres cosas: la primera era una pregunta, que si no tenía miedo, la segunda que tuviera mucho cuidado y la tercera que le daba mucho gusto que tuviera la oportunidad de ayudar a tantas personas.
Morales recuerda que desde pequeño sintió una vocación hacia a lo que hoy se dedica. “Que yo recuerde desde los 14 ó 15 años me interesaba mucho el aprender sobre la personalidad”.
“Mis amigos siempre me decían que yo podría ser un buen psicólogo, porque platicaba mucho con ellos y me decían que tenía facilidad para hablar con la gente”, Morales encontró desde joven una fascinación con el funcionamiento del razonamiento humano y cómo ciertas conductas negativas se podían controlar y mejorar con la ayuda de tratamiento.
Al crecer, Morales encontró cada vez más oportunidades que lo dejaban practicar sus habilidades para hablar con las personas y proporcionarles consejos. Cuando tenía 17 años fue coordinador de un grupo de de jóvenes en su iglesia y esta experiencia lo ayudó a reforzar su decisión de estudiar psicología.
“El poder dar consejo a las personas, estando ahí para ellas y ayudándolos a ver lo que no es bueno me ayudó para darme cuenta de que era lo que quería hacer con mi vida”.
Después de graduarse de la preparatoria “El Chamizal” en Ciudad Juárez, Morales decidió tomar su camino universitario hacia Estados Unidos donde empezó su carrera en El Paso Community College.
Tomó clases de inglés como segundo idioma y se graduó con un título en psicología, sin embargo existía una preocupación económica que lo orilló a cambiar su carrera a matemáticas.
“Trate de buscar trabajo allá pero era muy difícil por tratarse de un estudiante de México, me era imposible aportar para pagar colegiatura, entonces decidí cambiar mi carrera a algo que tuviera más demanda, algo que me pudiera dar trabajo allá”.
Faltando dos semestres para terminar su carrera en la Universidad de Texas en El Paso la dificultad económica para pagar la colegiatura se hizo aún más grande pues la familia de Morales pagaba la de dos estudiantes: él y su hermano, quien se graduó como ingeniero civil de UTEP y consiguió un trabajo al momento de graduarse en la ciudad de Houston, Texas.
“Decidí que ya no podía seguir en Estados Unidos pagando mi carrera, mi hermano estaba a punto de graduarse y era muy caro, entonces regresé a Ciudad Juárez para terminar de estudiar psicología”.
Cuando él regresó de los Estados Unidos fue cuando se le presentó la oportunidad de trabajar para la Fiscalía del Estado, sin embargo, la falta de experiencia le impidió practicar a nivel clínico por un tiempo.
Empezó a trabajar haciendo actividades administrativas. Administró por 6 meses un programa de apoyo a niños y niñas que perdieron a alguno de sus padres víctimas de algún crimen y fue después de esto cuando se incorporó a dar terapias que inlcuyen talleres de duelo para niños de cinco a 12 años. En estos talleres ayudaba a los niños a que les fuera más fácil el entender la pérdida de un ser querido.
Con el tiempo, Morales ha aprendido a separar lo que se lleva a cabo en el trabajo y su vida personal. “Cualquier persona que yo conozca en ese día, sé que es una persona que necesita ayuda y me voy a brindar totalmente para tratar de apoyarlo para que salga adelante”.
Cuando el día de labor termina a las tres de la tarde Morales, quien vive con sus padres, deja atrás lo que vivió en el trabajo y sigue con su vida diaria tratando de vivirla al máximo. “Voy al gimnasio, estudio, trato de hacer cosas normales y ya no acordarme de lo que pasó en el horario de trabajo”.
A futuro la meta de Morales es trasladarse a la ciudad de Guadalajara para estudiar una maestría en psicología para desarrollo organizacional. Con esta carrera le gustaría abrir una firma de consultoría para empresas y organizaciones que ayude a mejorar el capital humano de empresas, aumentar la productividad y mejorar los ambientes de trabajo.
Lo que Morales disfruta más de su trabajo y lo que se lleva como recompensa al final del día es la tranquilidad de las personas cuando terminan su terapia. “Cuando se van y regresan una semana después, las personas ya se ven más motivadas, con ganas de seguir adelante, más seguras y con ojos abiertos a que hay algo más que la violencia que vivieron.”