Por Damià S. Bonmatí, Univision Noticias
CIUDAD JUÁREZ, México. Hay tantas cosas que a Olga Esparza le recuerdan a su hija Mónica. Las jovencitas que viajan en el autobús, las que andan deprisa por la calle, las que llevan hijos pequeños de la mano. Mónica Janeth Alanís desapareció en marzo de 2009, cuando salía de sus clases de Administración de Empresa en la universidad, y sus restos fueron hallados en 2012, en las afueras de Ciudad Juárez. Tenía 18 años.
“Desgraciadamente sigue pasando”, dijo Olga Esparza el pasado 8 de julio. Los viernes se encuentra con otras siete madres que sufrieron lo mismo. Hablan, lloran, pintan, se quejan. Son madres sin hijas, sin esas centenares de hijas que desaparecieron en la oleada de muertes de mujeres jóvenes que empezó en los años 90. Son los feminicidios de Ciudad Juárez y no han cesado nunca.
Un diario sensacionalista abría ese viernes la portada en mayúsculas: “¡Tiran muerta al parque!”. El día anterior otra noticia decía: “Ejecutadas eran amigas desde niñas”. En lo que va de 2016, los cuerpos de 20 mujeres asesinadas aparecieron en las calles de Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, según la organización local Red Mesa de Mujeres.
Esta ciudad fronteriza, industrial y desértica, registró más de 200 homicidios desde principios de año, según los recuentos de la prensa local. En 2010, cuando Juárez era la ciudad más violenta del mundo, esa cifra escaló a más de 3,000.
Ya no es la más mortífera del mundo. “Juárez está volviendo a un estado de aparente normalidad”, dice el profesor Howard Campbell, que estudia la violencia desde el otro lado del Río Grande, en la Universidad de Texas, en El Paso.
“Los niveles de homicidios, de muertes de mujeres y de asesinatos en público han vuelto a niveles previos al 2008. Pese a sufrir crímenes espectaculares con regularidad, la gente ya no se sorprende, hay una sensación de que la vida sigue”, asegura el profesor experto en seguridad y narcotráfico.
La vida sigue también cuando el sol se escapa y tiñe de rojo las miles de casas sin terminar, calles sin asfaltar y aceras sin iluminar.
Hace unos años, por la noche, la ciudad parecía un desierto. Ahora, los night clubs cercanos al paso fronterizo volvieron a encender la música de martes a sábado para los juarenses, y algunos sitios de burritos reabrieron sus barras para servir la especialidad local: el burrito barbacoa, relleno de esa ternera deshilada que se deshace en la boca.
Al menos en la esfera pública se palpa cierto optimismo. Hoy en día, no hay ciudad mexicana en la frontera entre Estados Unidos y México que se sienta más segura por la noche que Juárez: un 76% de sus ciudadanos así lo declara, según una macroencuesta en la región para Univision, el Dallas Morning News y Cronkite News, de la Universidad Estatal de Arizona.
En 2009 el profesor Howard Campbell dio una charla en El Paso, justo al otro lado de la frontera, y preguntó cuántos de los 250 estudiantes conocían a alguien asesinado en Juárez. La mitad levantó el brazo.
Entre 2008 y 2010, Juárez fue considerada el rincón más violento del planeta. La ciudad de 1.3 millones de habitantes registró más de 7,000 homicidios, según datos oficiales, vio marcharse a 125,000 habitantes y cerrar unos 5,000 negocios en medio de la recesión mundial pero, sobre todo, de una guerra entre cárteles en la ciudad.

El crecimiento demográfico de Juárez, acelerado por la instalación de centenares de fábricas maquiladoras, no fue acompañado por una extensión de los servicios públicos de la ciudad. Foto cortesía de Damià S. Bonmatí, Univision
Juárez, en un punto central de la frontera con Estados Unidos, entre el Atlántico y el Pacífico, se convirtió en plaza clave para el tráfico de drogas, de personas y de armas. El cártel del Sinaloa, liderado por ‘El Chapo’ Guzmán, le disputó el control del enclave al cártel local de Juárez. El gobierno del presidente Felipe Calderón envió a miles de policías federales y soldados, lo que intensificó la guerra, multiplicó sus frentes y diluyó sus límites en una ciudad manchada por la corrupción.
Hoy en día, de toda la frontera con Estados Unidos, Juárez es la ciudad mexicana donde sus ciudadanos confían más en las fuerzas de seguridad, según la macroencuesta en la región publicada por Univision. Un 50% de los juarenses confía en la policía local, federal y el ejército, que contrasta con la desconfianza mayoritaria en Matamoros (92%), Nuevo Laredo (87%) y Ciudad Acuña (84%), que se encuentran más al sureste.
Para Tony Payán, que dirige el Mexico Institute y da clases en los dos lados de la frontera, el optimismo juarense tiene que ver con la respuesta institucional. “Ha habido una presencia policiaca mucho más visible y mucho más represora. Aunque eso le daba igual a los juarenses, que querían que se resolviera el problema de la inseguridad”, opina el profesor.
Payán también cita campañas para restaurar la imagen de la ciudad y reformas urbanísticas en el centro. Cada vez se ven menos retenes militares y de federales, y más autos con el emblema Juárez somos todos.
Tensa calma
Para algunos, como el profesor Howard Campbell, la calma tensa impera porque los dos cárteles en disputa coexisten en la zona: el de Sinaloa, supuestamente con mejores conexiones institucionales, controla el tráfico de las drogas hacia Estados Unidos y el de Juárez, debilitado, se lucra con la venta de droga en las calles de esta ciudad con más de 400,000 ciudadanos pobres.
Para otros, la menor violencia se explica por la supuesta complicidad del poder político con los cárteles. “El crimen organizado impera nuevamente en Ciudad Juárez”, dice Patricia Galarza, investigadora del Centro de Derechos Humanos del Paso Norte, que ve el futuro con preocupación.
“En los últimos meses, las formas de la violencia que vemos son muchos homicidios, hombres asesinados y acribillados del mismo modo que años atrás, por lo que intuimos detrás ajustes de cuentas”, explica esta juarense.
En 2015, según El Colegio de la Frontera Norte, Ciudad Juárez fue la quinta ciudad con más homicidios de México, 269, una cifra que será fácilmente superada a finales de 2016. También se situó como segunda en violencia sexual contra menores y cuarta en desaparición de mujeres, de acuerdo con datos de Red Mesa de Mujeres.
A unos metros de la valla fronteriza que separa Juárez de El Paso, un señor espera el autobús leyendo el periódico: “Asesinado durante graduación”, dice la portada. En la parada, han pintado dos cruces negras con fondo rosa; y en una roca cercana, y también al borde de la acequia que se oye desde aquí.
Hay una docena de cruces negras con fondo rosa en la zona. El señor no sabe por qué. “No sé nada de eso, gracias”. Las cruces, símbolo de los feminicidios en la ciudad, recuerdan a las varias jóvenes aparecidas muertas esta primavera en este rincón empobrecido y olvidado de Juárez. Hace ya ocho años de las primeras cruces rosas.
Damià S. Bonmatí es Editor de Dinero por Univision Noticias. Cubre economía, trabajo y elecciones 2016. Graduado en periodismo económico en Columbia Journalism School. Pueden contactarlo en dbonmati@univision.net o en el 305.702.7323.