Declinar la ciudadanía americana

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Esperanza with grandchildren Evan Miller and Trinity McClain. (Photo courtesy of Esperanza Joseph)

Esperanza con sus nietos Evan Miller y Trinity McClain. (Foto cortesía de Esperanza Joseph)


Esperanza with grandchildren Evan Miller and Trinity McClain. (Photo courtesy of Esperanza Joseph)

Esperanza con sus nietos Evan Miller y Trinity McClain. (Foto cortesía de Esperanza Joseph)

La lealtad va muy lejos para una mujer de Greeneville

Por O.J. Early, traducido por Paulette Galeas

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JOHNSTON CITY, Tenn. – Un visitante que llegue a la cocina de Esperanza Joseph probablemente la encontrará inclinada sobre el mostrador con las manos embadurnadas de harina de maíz, preparando tamales, quizás para un evento en su iglesia.

Esperanza, de 65 años, sirve tamales y otros platillos mexicanos tradicionales desde su niñez, y utiliza su talento culinario como una de las muchas formas de estar activa en la comunidad.

Ella ha vivido en Greeneville, Tennessee desde la década de los ochenta y ha estado en los Estados Unidos por más de 40 años. Por lo menos en las dos últimas décadas, de alguna manera Esperanza se ha opuesto a la tendencia nacional.

Esperanza Joseph prepares one of her favorite dishes, tamales. (O.J. Early/El Nuevo Tennessean)

Esperanza Joseph prepara uno de sus platillos favoritos, tamales. (O.J. Early/El Nuevo Tennessean)

Una ciudadana del estado mexicano de Chihuahua, Esperanza es reconocida oficialmente en los Estados Unidos como residente permanente: inmigrante legal que elige mantener la ciudadanía de su país natal mientras vive permanentemente en los Estados Unidos. A nivel nacional, el número de residentes permanentes está disminuyendo.

Para Esperanza, las razones de su decisión no son complejas: ella siente un profundo patriotismo por su país natal y al mismo tiempo tiene un respeto solemne por América.

“Amo ambos países”, dice Esperanza sentada en su cocina, rodeada de revistas de cocina y utensilios. “Para mí no hay ninguna diferencia. La gente me ha tratado tan bien que no vi la necesidad”.

En un estudio publicado por el Proyecto de Investigación Pew en el año 2011, un poco más de un tercio de todos los hispanos que viven legalmente en los Estados Unidos han nacido en países extranjeros.

En un estudio del año 2007, también conducido por el proyecto Pew, el 52 por ciento de los residentes nacidos en el extranjero eligieron hacerse ciudadanos americanos, siendo éste el porcentaje más alto que nunca de residentes nacidos en el extranjero que eligen la ciudadanía.

(O.J. Early/El Nuevo Tennessean)

De acuerdo al estudio, aunque el número de hispanos que eligen hacerse ciudadanos americanos ha aumentado considerablemente desde 1990, los inmigrantes nacidos en México, como Esperanza, son el grupo de inmigrantes con menor probabilidad de naturalizarse, lo cual es una tradición ya establecida por décadas.

Las razones que dan los inmigrantes que no procuran la ciudadanía americana, según el estudio, varían desde lealtad a su país de origen hasta el tiempo que conlleva hacerse ciudadano americano.

“La cultura hispana en general es patriótica”, dijo Holly Meléndez, una profesora de español y ex- intermediaria de la comunidad hispana en la Universidad Estatal del Este de Tennessee. “Ellos tiene raíces muy fuertes y ha menudo hay miembros de su familia que permanecen en otros países”.

Para un inmigrante, el patriotismo por su país de origen tal vez sea la razón primordial por la cual no escogen la ciudadanía americana, dijo Meléndez. Otras razones incluyen el costo y la dificultad para hacerse ciudadano americano, dijo ella.

“Yo conozco personalmente a gente que ha vivido aquí por muchos años y planea vivir aquí por muchos más mientras trabajan y mantienen a su familia, pero piensan regresar a “casa” cuando se jubilen”, dijo Meléndez. “Es una decisión personal, y mientras algunas personas están muy ansiosas por obtener la ciudadanía y todos los derechos y beneficios asociados con ella, otros prefieren permanecer aquí sólo como huéspedes”.

Esperanza llegó por primera vez a los Estados Unidos a los doce años para asistir a una escuela católica en El Paso, Texas con sus primos que vivían en la ciudad. Allí fue donde empezó a aprender inglés.

Durante la mayor parte de su adolescencia, ella viajaba frecuentemente de regreso a México desde El Paso.

Cuando se graduó, una amiga de la familia a quien ella llamaba “tía Lucy” la invitó a quedarse en El Paso. Con 18 años, Esperanza aceptó la oferta y trabajó como cocinera en un club local al cual describió como muy ameno. Ella cocinaba platillos mexicanos para los soldados que estaban en una estación militar cercana en Fort Bliss.

“Yo era como su hija”, dice Esperanza de su “tía Lucy”, con quien se quedó por cuatro años.

Y fue mientras trabajaba en El Paso que conoció a su futuro esposo, un soldado de Fort Bliss. El noviazgo empezó y Thomas Joseph le pidió a su futura esposa que se casara con él solamente después de un mes de noviazgo.

“¿Cómo puedes amar a alguien tan rápido?” recuerda haberle preguntado a su prometido. Él le contesto “cuando conoces a alguien que es tan bueno como tú, tienes que valorar eso y ser feliz”.

Se casaron en 1969 e inmediatamente se mudaron a Houston, donde vivieron por 13 años. En Houston la pareja tuvo a sus tres hijos, quienes ahora son adultos.
Una oleada de eventos trajo a la familia Joseph al este de Tennessee en 1983. La razón principal, dice Esperanza, fue que la familia de su esposo vivía cerca, en Kentucky, y era la oportunidad para que Thomas consiguiera un nuevo empleo.

“Vinimos aquí porque a él no le gustaba tanto Kentucky para criar una familia”, dice Esperanza riéndose. “Me enamoré de las montañas y los pinos y los árboles. Chihuahua es así. Me recordó mucho a casa”.

Esperanza todavía recuerda muy bien que en Houston vivía a sólo unas cuadras de un consulado americano.

Ella rememora que los trabajadores del consulado le decían “Venga aquí y podrá hacerse ciudadana americana”.

“Pero nunca lo hice”.

También se acuerda de un hombre, a quien ella describe como grosero y malo, explicándole incorrectamente que ella debía pisar la bandera mexicana para convertirse en ciudadana de los Estados Unidos.

“Mi esposo se enojó mucho”, dice ella. “Mi esposo dijo, ‘Ella puede hacerse ciudadana americana si ella quiere. Yo la apoyo y la patrocino. Yo soy su esposo’”.

De hecho, Esperanza dice que su esposo siempre ha apoyado su decisión de seguir siendo ciudadana de su país natal.

Aunque Esperanza reconoce que obtendría algunos beneficios haciéndose ciudadana americana, ella está satisfecha de mantener su ciudadanía mexicana.

Desde que llego a Greeneville, Esperanza ha tenido amplia participación en la comunidad como voluntaria y empleada.

“Ella es una persona muy útil y le gusta mucho ayudar a la comunidad”, dijo Thomas, el hijo de Esperanza que estudia en la Universidad de Tennessee. “A ella le gusta ayudar en la comunidad, contribuir con las iglesias, caridades y cosas así”.

Desde que adoptó Greeneville como su hogar, Esperanza ha trabajado como maestra reemplazante de español en dos escuelas secundarias locales, ha prestado servicios como traductora para la cárcel del condado y para dos jueces locales y ha trabajado como cocinera para restaurantes locales, además de su extenso voluntariado en su iglesia Notre Dame.

“La razón por la cual empecé a trabajar [en un restaurante local] es porque todos querían que lo hiciera”, dice ella con una sonrisa. “Cuando recién llegué aquí no había ni Taco Bell en Greeneville. Todo el mundo, abogados, médicos, oficiales de policía, jueces, me llamaba preguntándome, ‘¿puedes cocinarme?’”

Se podría apostar que mientras Esperanza pueda, ella seguirá cocinando y sirviendo en su comunidad.

Según Esperanza, en ese sentido, ser ciudadana americana importa muy poco.

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Nota del editor: Este artículo fue previamente publicado por El Nuevo Tennessian.

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