Esther “La Güera” Chávez, in memoriam

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EL PASO — El 25 de diciembre por la mañana que llamé a casa de Esther a ver cómo estaba, me enteré de la triste noticia de su deceso. Su partida en este día tan significativo para el mundo cristiano y para muchas de nosotras despertó en mí una reflexión que no acabo de elaborar. Estoy segura de que no es casual su muerte, precisamente el día que festejamos el nacimiento de Cristo. Tal vez sea una nueva esperanza.

Conocí a la Güera a mi regreso a Juárez a principios de los ‘90 cuando acababan de pasar las elecciones para la alcaldía en las cuales ella había perdido con el PRD. Recuerdo que me dijo que sabía que iba a perder, pero que como ciudadanas teníamos que empezar a hacer algo para cambiar al país. Al poco tiempo me invitó a formar parte del grupo 8 de Marzo y nos reuníamos en la sala de rectores de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ).  Éramos un puñado de mujeres dispuestas a reclamar igualdad entre los sexos y los géneros. En aquel entonces Irma Campos (que en paz descanse también) traía una propuesta para cambiar la ley del estado, pues en Chihuahua se castigaba más el robo de una vaca que la violación de una mujer.

La Güera era una mujer inquieta y convencida de la equidad de géneros en todos los ámbitos; así que su lucha empezó con algunos derechos constitucionales y civiles de las mujeres. Además del cambio constitucional que proponía Irma, empezamos a ver la posibilidad de abogar por el derecho a decidir de las mujeres. Por ella conocí la organización de Católicas por el Derecho a Decidir con la cual coordinamos algunos seminarios y tuvimos discusiones interesantes. Asimismo, me invitó a dialogar con Patricia Mercado, y con los también desaparecidos, Gilberto Rincón Gallardo y Cecilia Loria. Eran los primeros años de su ardua carrera en pos de la justicia y la igualdad, en los que en cantidad de ocasiones nos reunimos en su casa a discutir, hacer planes de cambio, a crear estrategias… y Paulita se encargaba de ver que estuviéramos a gusto, que no nos faltara nada.

Cuando empezaron los asesinatos seriales de mujeres nos reunimos para protestar en su contra y nuestras marchas apenas reunían entre 50 y 100 personas… Recuerdo que en la primera manifestación, ya frente a la Catedral, me lanzó a media Plaza de Armas a cantar con Micaela Solís y con una monjita el Himno a la Alegría en señal de convocatoria para unir a más gente a la lucha. En otra ocasión,  esperamos ocho de nosotras a Barrio en el entonces hotel Plaza Juárez con cartelones que decían ¿Cuántas más señor Gobernador? …pero él no se presentó. Después me invitó a formar parte del Consejo de Casa Amiga pero al poco tiempo tuve que renunciar pues mis constantes salidas de la ciudad por motivos de trabajo no me permitían asistir a las reuniones. Esther era una mujer con empeño y decisión y a pesar de que había logrado fundar el centro en aquel entonces en la calle Perú, siguió clamando justicia y levantando un “censo” o pequeña estadística hemerográfica de los asesinatos de mujeres.  Era importante llevar una cuenta, al menos de lo que salía en los periódicos, a fin de que las autoridades no nos pudieran engañar.

Los asesinatos no cesaron y las manifestaciones se fueron haciendo más grandes… el resto es historia… Mucha gente recordará la famosa marcha el 14 de febrero de 2004, en la que nos reunimos cerca de 10,000 personas de distintas partes del mundo. Esther, había logrado una amistad con Eve Ensler y Eve se había encargado de contagiar a Sally Field, Jane Fonda y Cristine Lahti para participar en la lectura de los Monólogos de la Vagina y unirse a la marcha. Éste fue un evento de gran relevancia para dar a conocer la horrible masacre que durante años se estaba cometiendo en nuestra ciudad y la impunidad con la que se cometía (y se sigue cometiendo). Sin embargo, lo trascendental fue y es su lucha diaria.

Esther tuvo detractores y detractoras e incluso gente a quienes apoyó mucho, con el tiempo le volvieron la espalda de una u otra manera. Sin embargo, eso no permitió que cejara su empeño porque la violencia contra las mujeres se erradicara y, así, continuó clamando justicia por las mujeres asesinadas y sus familiares. Luchó casi hasta el final de sus días. Quince días antes de su muerte se presentó su libro en Casa Amiga y la Güera, débil de su cuerpo pero fuerte de espíritu, estuvo ahí, presente como siempre.

Alguna vez una académica en un análisis sobre esta problemática dijo que en Chihuahua las mujeres no estábamos preparadas para enfrentar la lucha feminista de la cual Esther fue pionera. Yo no sé si estábamos listas o no, pero para efectos prácticos y políticos y con los elementos que contaba en ese preciso momento, la Güera se levantó (lista o no) con el arma de su voz y tras de ella y junto con ella muchas mujeres y hombres. Con sus defectos y su cantidad de virtudes, como ser humano comprometido, Esther fue un gran apoyo para una gran cantidad de personas y su fuerza, voluntad y valor se quedan con nosotras y nos alientan para no claudicar.

2009 se cerró en Chihuahua con la pérdida de dos grandes luchadoras en pos de los derechos de las mujeres: Irma Campos y Esther Chávez Cano, a quien merecidamente dedicamos este homenaje. 2010 se inicia, en Ciudad Juárez con una guerra intestina, la cual acaba de dejar sin vida a jóvenes inocentes. Sus cuerpos masacrados son un recuerdo más de aquéllos de jóvenes mujeres violentadas que se fueron encontrando despojados de a 6, de a 10, de a 8, de a 15 en diferentes rumbos de nuestra querida ciudad y en diferentes momentos de los últimos 17 años. Seguramente Esther, mi Güeris, habría también hecho un reclamo de justicia hoy, como lo vino haciendo hasta el 25 de diciembre pasado en que cerró sus ojos para siempre. Todas sus luchas  fueron las mías y tuve la suerte de poder compartirlas con ella de distintas maneras, desde diferentes espacios. Sé que como yo, hay infinidad de personas que compartieron y comparten las mismas inquietudes de ella y con ella. Esther se fue y dejó un gran legado en Juárez y en el mundo. El apoyo que nos dio en vida, se queda y su espíritu nos alienta en nuestras pequeñas y grandes luchas de esta dura cotidianidad que hoy vivimos. Gracias a Irasema, a Kathy, al padre Henry por organizar este evento. Gracias a la Güera por su cariño, amistad y por todo lo que le aprendí en estos años; estoy segura que desde donde está, nos ve y sonríe con nosotras.

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