Lizdemar Najera, 40, mother of four was a victim of domestic abuse. (Marilyn Aleman/Borderzine.com)

Immigrant women survive domestic abuse thanks to protection from a federal law

SOCORRO, TX — Nestled on a dusty road in a small town of roughly 33,000 residents, sits a brightly colored hair salon tucked to the right side of a 7-Eleven. Bright red and royal blue stripes decorate the hair salon building, conveying a sense of patriotic awareness. Inside the shop, 40-year-old Lizdemar Najera greets customers with a smile and a hug, offering a variety of hairstyles at low costs. Taped on one wall is a sign with her mantra:
“I am Lizdemar: I am brave, compassionate, humble, easy to teach, optimistic, conscious, I feel a genuine pride in my appearance and in my work.”

Najera’s sweet personality and attitude of tender loving care hide her once dark past. The mother of four was a victim of domestic abuse, not once but twice in both of her marriages.

En la boca del lobo

Inmigrante indocumentada recibe residencia gracias a una ley para personas abusadas

CHICAGO, Illinois —María García* de 26 años, nunca pensó que al venir al país de sus sueños se encontraría con su peor pesadilla. En 2002 García, originaria de Morelia, Michoacán, cruzó ilegalmente la frontera por el desierto de Arizona. Casi le cuesta la vida atravesar la frontera sin poder tomar agua y sin comer. El coyote que los traía le dijo que sólo caminarían por dos horas, y esas dos horas se convirtieron en tres días. Ella tuvo que esperar tres días más en una casa desconocida en compañía de gente de muchas nacionalidades; cuando arribaron a esa casa los que estaban en su grupo llegaron tomando agua del contenedor de donde las vacas también tomaban.