La Casa del Migrante alberga sufrimiento, ofrece esperanza

TIJUANA — Pasa la media noche y una camioneta blanca ahuyenta a los perros callejeros mientras se estaciona a dejar más migrantes que llegan cansados, hambrientos y otros hasta moribundos a la Casa del Migrante en Tijuana, Baja California. “Pedro” es un migrante que vivió por 14 años en Van Nuys, CA y prefirió guardar su identidad. Al tratar de regresar a California por Tecate, Baja California, con un grupo de ocho compañeros sus planes no fueron como planeaba. “Traían pistolas, inclusive me pusieron la pistola en la cabeza, una 3-57… ellos querían que dijera que yo era (el) guía y lo tuve que decir para que no me siguieran golpeando”, afirmó. Al intentar cruzar La Rumorosa, todos fueron secuestrados por un grupo de delincuentes.