La Casa del Migrante alberga sufrimiento, ofrece esperanza

TIJUANA — Pasa la media noche y una camioneta blanca ahuyenta a los perros callejeros mientras se estaciona a dejar más migrantes que llegan cansados, hambrientos y otros hasta moribundos a la Casa del Migrante en Tijuana, Baja California. “Pedro” es un migrante que vivió por 14 años en Van Nuys, CA y prefirió guardar su identidad. Al tratar de regresar a California por Tecate, Baja California, con un grupo de ocho compañeros sus planes no fueron como planeaba. “Traían pistolas, inclusive me pusieron la pistola en la cabeza, una 3-57… ellos querían que dijera que yo era (el) guía y lo tuve que decir para que no me siguieran golpeando”, afirmó. Al intentar cruzar La Rumorosa, todos fueron secuestrados por un grupo de delincuentes.

El difícil camino de regreso a… ¿casa?

CIUDAD JUÁREZ, Méx. — Después de la odisea —de México a una vida construida sobre un sueño americano— el retorno a su país natal, ahora desconocido, es un reencuentro desafortunado para un inmigrante de Zacatecas. Con más de 10 años de residir en los Estados Unidos, Julio [pidió que no se usara su apellido], fue deportado de vuelta a una tierra que ahora resulta más ajena que la nueva. Él se vio forzado a dejar a su mujer y bebé de nueve meses en Kansas luego de ser detenido por las autoridades y tener que enfrentar un proceso de repatriación. “Tuve una vida de aventuras, anécdotas buenas y malas, sorpresas y humillaciones, fue difícil”, confesó Julio en una noche fría luego de su ingreso a la Casa del Migrante en Ciudad Juárez.