José Antonio Vargas, el indocumentado más privilegiado

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CHICAGO — José Antonio Vargas ha pasado la mayor parte de su vida escondido detrás de un secreto: Vivir indocumentado en los Estados Unidos.

Cerca de 12 millones de personas en los EEUU comparten tal secreto bajo el miedo de la deportación. Pero Vargas, quien salió del clóset de los papeles falsos cuando publicó “Mi vida como un inmigrante indocumentado” en la revista del periódico New York Times del 22 de junio del 2011, continúa en este país sin haber seguido la suerte de los más de dos millones que han sido deportados, sólo durante el gobierno de Obama, por no tener documentos legales.

Documented the film, documental sobre la vida de José Antonio Vargas como inmigrante indocumentado en los Estados Unidos.

Documented the film, documental sobre la vida de José Antonio Vargas como inmigrante indocumentado en los Estados Unidos.

Posteriormente, en junio del 2012, Vargas apareció en la portada de la revista Time, junto con otros 30 indocumentados bajo el titular: “Somos americanos, sólo no legalmente”.

“Documentado” es la película que Vargas ha escrito, producido y dirigido que cubre la experiencia de su vida sin documentos desde que llegara a California de su natal Filipinas el 3 de agosto de 1993, cuando tenía 12 años. Vargas ha hecho de su situación su razón de vida en estos momentos, con la mira en afectar la manera en que la gente piensa sobre la inmigración.

“Yo vivía una mentira”, dijo Vargas ante una nutrida audiencia que acababa de ver su documental, el cual será televisado a nivel nacional por la cadena CNN el sábado 5 de julio próximo.

La película, de 89 minutos de duración, detalla con pasión, minuciosidad, emotividad y humor la travesía de su existencia junto con sus abuelos y familiares, amigos y aliados, e incluso su madre, quien vive en Filipinas.

“Hice seis ediciones de esta película, en las cuales nadie de mi familia apareció”, añadió Vargas quien decidió finalmente incluir a la familia. “Iba a ser un film sobre el Dream Act que terminaba cuando aparecí en la portada de la revista Time. Pero le faltaba el aspecto emocional. ¿Cómo convertirla en una historia convincente? Es como comer brócoli; sabes que es bueno para tí pero sabe a mierda”, añade para ilustrar que a las ediciones originales les faltaba sentimiento.

El Dream Act es una propuesta de ley que fuera introducida en el año 2001, discutida por diputados y senadores estadounidenses durante varios años y que nunca ha logrado ser aprobada a nivel nacional. Este proyecto de ley plantea que niños que llegaron a EEUU antes de los 16 años puedan obtener residencia temporal renovable cada dos años si es que atienden la universidad o se enlistan en las fuerzas armadas.

Vargas recién descubrió su estatus legal precisamente a los 16 años cuando fué a solicitar su permiso de conducir y presentó su “green card” como prueba de identificación. La empleada que lo atendió vió su documento y le dijo: “Esto es falso; no vuelvas a venir por aquí”.

Su abuelo, quien era un inmigrante legal naturalizado, lo había hecho traer a Estados Unidos con documentos falsos con el propósito de ofrecerle posibilidades de vivir el sueño americano. Empleado como guardia de seguridad, ganando ocho dólares por hora, su abuelo pagó $4,500 para traer a su nieto a América.

Desde el momento en que descubre la verdad, su vida se tornó en un cúmulo de mentiras a sabiendas, pues Vargas utilizó diferentes artimañas para obtener su licencia de conducir en otro estado (Oregon), postular a prácticas pre profesionales, solicitar empleos, todo sin levantar sospechas. Vargas se convencía a sí mismo que si construía una vida ejemplar y productiva en los Estados Unidos, su derecho a ser “americano” era justificado.

Pero en realidad no ocurrió así, aunque él se siente americano.

No bastó que tuviera una vida escolar admirable, o que se graduara de la universidad como periodista o que trabajara en importantes publicaciones como el San Francisco Chronicle o el Huffington Post, o que ganara un premio Pulitzer cuando era reportero en el periódico Washington Post.

“El Pulitzer es un papel que dice que gané el premio pero no tengo papeles que digan que soy de aquí”, añade.

La mentira no desaparecía y el temor de ser descubierto era asfixiante y agotador.

Sus abuelos vivían con la esperanza que él se casara para arreglar su estatus. Pero Vargas había salido anteriormente del otro clóset cuando confesó en una de sus clases en el colegio que era gay.

Lo curioso es que si bien Vargas no puede más usar su tarjeta falsa de seguro social para trabajar “legalmente” o que el estado de Oregon haya revocado su licencia de conducir, sí puede emplear a otras personas. Confiesa que para su documental él empleó a 40 americanos. Él añade que “sólo en el 2010, los inmigrantes indocumentados pagaron 11,200 millones de dólares en impuestos al estado”, dato que muchos de los que se encuentran en contra de la reforma migratoria no parecieran conocer.

Una espectadora pregunta por qué él no se casó con una compañera que le ofreció matrimonio, tal como se aprecia en la película. “Es que yo soy muy gay”, contestó causando risa general en la audiencia. “Es que no podía vivir dos mentiras al mismo tiempo”, aclara diciendo: “Es mucho más fácil salir del clóset como gay que como indocumentado”.

“Esta película es un acto artístico de desobediencia civil” dice Vargas quien ha recorrido los Estados Unidos promoviendo su documental y hablando en cientos de diferentes eventos acerca del tema de la inmigración. “Conozco el país mejor que cualquier americano”, agrega.

Vargas no ha podido ver a su madre desde que llegó a Estados Unidos. Ella ha solicitado visa de turista la cual ha sido denegada. Desde el año 2000 ella ha sido pedida como residente americana y aún continúa en lista de espera. “Yo quiero [tener] lo mismo que tú tienes; la libertad de moverme” añade Vargas, quien de salir del país corre el riesgo de no poder regresar.

Algo que muchos ciudadanos estadounidenses no entienden o conocen es que las vías para inmigrar legalmente a los Estados Unidos son muy escasas, y las posibilidades de arreglar la situación legal de un inmigrante sin papeles son extremadamente difíciles, si no imposibles.

Pero Vargas, quien se autodefine como el inmigrante indocumentado más privilegiado, dice: “Yo he estado corriendo toda mi vida; ahora, finalmente, estoy corriendo hacia mí mismo”.

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