¡Nos vamos al Mundial!… Casi.

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EL PASO – Nunca he sido muy fanático del fútbol (soccer) y, por lo tanto, no veo mucho fútbol, salvo partidos ‘importantes y relevantes’ para la selección mexicana, como podría ser un partido definitivo en algún campeonato, un partido en el mundial o algún partido de clasificación al mundial, como el que se llevó a cabo ayer (13 de noviembre de 2013). Por primera vez en trece años, o bien tras cuatro mundiales, México estuvo a punto de no clasificar. La última vez de tal ‘vergüenza nacional’ fue en 1990, cuando, según se cuenta, la selección no llegó al mundial de Italia por culpa de los “cachirules”, aunque al respecto mi curiosidad no es tanta para animarme a indagar lo que verdaderamente sucedió.

Lo que sí me causa mucha curiosidad es lo que pasa ahora. El partido que jugó El Tri fue contra la selección de Nueva Zelanda, que generalmente ha sido desestimada como una selección de nivel amateur, conformada por ciudadanos que no son precisamente, ni de lejos, futbolistas profesionales. Sobre esto hay que decir, además, que los partidos jugados en las últimas fechas de clasificación al mundial son los llamados de ‘repechaje’, o sea que allí básicamente participan los últimos equipos, los que tienen una última oportunidad para salvarse, o, dicho de un modo directo y sin sutilezas, los peores.

El partido no lo vi por televisión, ni por internet, ni lo escuché por radio, pero estuve al tanto de cada jugada en el estadio Azteca (o casi) gracias a la narración en vivo y en directo de mi jefe y de otros compañeros de trabajo, quienes sí seguían el juego trasmitido por la radio e incluso por teléfono. Todos los que trabajamos cercanos al escritorio del jefe nos enterábamos con emoción de que la selección azteca anotaba y anotaba goles y goles, hasta llegar a meter cinco.

Después de la victoria grité emocionadísimo: ¡Nos vamos al Mundial! Emoción que mi jefe rápidamente tuvo la cortesía de desinflar para luego explicarme la mecánica del repechaje (palabra nuevísima en mi vocabulario). Y así, pues, el caso es como sigue: hay otro partido entre México y Nueva Zelanda, el cual se disputará en este último país. Ya que el resultado del partido previo fue de 5-1 a favor de México, entonces la selección neozelandesa, para obtener su pase al mundial, está obligada a conseguir un resultado que supere al de México por cinco goles en este siguiente partido, que se jugará el próximo miércoles.

Después de que mi jefe y demás compañeros, con mucha paciencia y hasta un poco de chiste, me explicaron todo esto, volví a gritar: ¡Nos vamos al Mundial! ¡Nos vamos al Mundial! Porque de inmediato pensé, desde luego, que sería imposible que los neozelandeses nos metieran tantos goles.

Lo cual me lleva, por fin, al punto central de mi breve artículo, pues no puedo dejar sin comentar un fenómeno que invariablemente ocurre cada vez que la selección mexicana juega, sin importar que gane o pierda: los comentarios negativos y desalentadores.

Inmediatamente después que me enteré del resultado y de gritar quedito, pero con mucho corazón, ¡Nos vamos al Mundial!, entré  a Facebook y me encontré que no a todos les causaba la misma emoción que a mí y que no a todos les había brotado un minuto de patriotismo espontáneo. Entre los numerosos comentarios, me topé con uno que decía: ‘Seguro si ganaron es porque Nueva Zelanda era malísimo’, y con otro aún peor que decía: ‘Súper vendidos. ¡Nueva Zelanda ni quería jugar!’. Y esto me recordó que uno de nuestros hábitos, acaso el hábito más popular entre nosotros los mexicanos, es que muy pocas veces estamos todos contentos con nuestras victorias en los estadios de fútbol. Y que, más allá del fútbol, por supuesto, siempre algo, alguito negativo tenemos que encontrarle a cualquier victoria, aunque se trate de una victoria conseguida entre los ‘peorcitos’.

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