Trabajadores indocumentados continúan alimentando la industria agrícola de los Estados Unidos

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Un trabajador agrícola mantiene el campo limpio de hierbas con el tractor donde se cosecha la fresa en Oxnard, California. (Photo: Martha Ramírez/El Nuevo Sol)

Un trabajador agrícola en Oxnard, California. (Photo: Martha Ramírez/El Nuevo Sol)

Por Martha Ramírez

Un trabajador agrícola mantiene el campo limpio de hierbas con el tractor donde se cosecha la fresa en Oxnard, California. (Photo: Martha Ramírez/El Nuevo Sol)

Un trabajador agrícola mantiene el campo limpio de hierbas con el tractor donde se cosecha la fresa en Oxnard, California. (Photo: Martha Ramírez/El Nuevo Sol)

Desde hace ocho años, Ismael Contreras y su esposa, Consuelo Magaña, han trabajado en la agricultura, específicamente en la pizca de frutas y vegetales por el oeste de los Estados Unidos.

“Fue muy difícil venirnos y viajar hacia los Estados Unidos sabiendo que llegaríamos a un estado donde no conoceríamos a nadie”, dice Magaña. Para ellos la decisión de emigrar no fue fácil especialmente cuando tuvieron que dejar todo lo que tenían en México y comenzar desde cero. Por muchos años, hombres y mujeres de diferentes partes del mundo han inmigrado a los Estados Unidos a trabajar en la pizca de frutas y vegetales.

Algunos llegan con visas de trabajo mientras otros cruzan a los Estados Unidos sin autorización. En el 2011 había 11.1 millones de inmigrantes que entraron sin autorización al país, según el Centro de investigación Pew. En el 2006, aproximadamente 3 millones de personas trabajaban en la industria agrícola, según El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos; y de esos 3 millones de trabajadores, se estima que el 48 por ciento no tiene autorización para laborar en el país, según resultados de La Encuesta Nacional de Trabajadores Agrícolas 2007-2009 (NAWS por sus siglas en inglés).

Magaña y su esposa viajaron a Tacoma, en el estado de Washington  para trabajar en la pizca de manzanas y peras. Llegaron en un tiempo muy frío y a un lugar en donde no tenían familiares.

“Solamente duramos ocho meses en Washington cuando decidimos movernos a California a trabajar en la pizca de la fresa. Mi esposo encontró trabajo en la pizca del limón”, explica Magaña, quien además mencionó que sus dos hijos chicos estudiaban en las escuelas locales.

La pareja llegó a Santa Paula, un pueblo chico localizado en el condado de Ventura, que se especializa en las cosechas de limón y aguacate.

Consuelo Magaña, al igual que su esposo, es una trabajadora agrícola que reside en el condado de Ventura. (Foto: Martha Ramírez/El Nuevo Sol)

Consuelo Magaña, al igual que su esposo, es una trabajadora agrícola que reside en el condado de Ventura. (Foto: Martha Ramírez/El Nuevo Sol)

“Es duro trabajar en la pizca porque por muchas razones hay diferentes riesgos que nosotros los  trabajadores no sabemos y que los mayordomos no nos dicen”, afirma Contreras. “Muchas de las veces no sabemos a quién buscar cuando nos pasa algo en el trabajo y nos quedamos callados”, agrega Magaña.

“Yo trabajaba en el campo cuando vivía en México, y entonces cuando llegue a Santa Paula empecé a trabajar en la pizca de limón, era fácil para mí. Además, mis familiares también trabajan en la pizca y fue muy fácil para que ellos me pudieran conseguir trabajo”, relata Contreras, quien hacía trabajos similares en el campo de su natal Michoacán.

Algunas de las razones por las cuales las personas deciden emigrar son que no pueden encontrar trabajo en su país, guerras, problemas políticos o familias que deciden buscar un mejor futuro, según un estudio realizado por el Centro de Investigación PEW.

“Las personas emigran hacia los Estados Unidos por diferentes razones dependiendo de lo que está pasando en su país. Cuando Estados Unidos y México decidieron firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, miles de trabajadores agrícolas en México fueron desplazados porque no podían competir con el precio que Estados Unidos vendía su maíz”, explica Martha Escobar, profesora de estudios chicanas/os en la Universidad Estatal de California, Northridge y experta en los problemas de la comunidad latina.

Desde los años 90’s la inmigración de hombres y mujeres incrementó después de que fueron perdiendo sus cosechas porque no podían vender su producto, especialmente el maíz que era una de las cosechas más importantes para los mexicanos. Muchos de los que emigraron hacia los Estados Unidos empezaron a trabajar en la agricultura como era su oficio en su país natal.

El trabajo en agricultura se ha llevado a cabo por muchos años. Durante la segunda guerra mundial, millones de hombres norteamericanos tuvieron que ir a la guerra mientras las mujeres se quedaron a trabajar. Durante ese tiempo, millones de hombres de diferentes países viajaron a los Estados Unidos para trabajar en la agricultura. Este programa temporal fue el programa de braceros en el cual aproximadamente cuatro millones de hombres fueron reclutados por los Estados Unidos para trabajar en la agricultura.

La persona más influyente que luchó por los derechos de los trabajadores agrícolas, fue César Chávez. De padres mexicanos, Chávez vivió sus niñez en los campos ayudando a sus padres a pizcar fresas, uvas, o duraznos, mientras experimentó el racismo y discriminación por muchos años. En 1965, el movimiento de trabajadores comenzó en Delano, Calif., donde más de 500 personas, mexicanos y filipinos, se unieron y dejaron de trabajar para unirse a la huelga. La primera unión de contratos requería un tiempo de descanso, baños en los campos, agua limpia para beber, instalaciones para lavarse las manos, ropa protectora contra pesticidas, ilegalizar pesticidas peligrosos, mejor paga, y tener chequeos físicos para todos los trabajadores.

La unión de los trabajadores campesinos unidos, o United Farm Workers, es una de las uniones más grandes que ayudan a trabajadores agrícolas. César Chávez fundó la unión en los años 60s cuando trabajadores agrícolas se unieron para boicotear la fruta con el fin de que se les ofreciera mejores condiciones de trabajo y mejor pago. Por más de 47 años la unión para los trabajadores agrícolas se ha extendido por los Estados Unidos, brindando ayuda a cualquier persona que la necesite.

Hedi Orozco, trabajadora para la unión de trabajadores del condado de Oxnard en el condado de Ventura, comentó que “la unión está para ayudar a la comunidad hispana especialmente para todos los trabajadores agrícolas con cualquier ayuda que tenga (disponible), cómo se pueden proteger de pesticidas y mayordomos que abusan de su poder para hacerlos trabajar más”.

Hoy en día, existen cinco oficinas de la unión en California, localizadas en Delano, Madera, Salinas, Santa Rosa y Oxnard. “Se ve mucho latino o mexicano… y es muy común para ellos trabajar en la agricultura porque es lo que hacían en su país natal”, agregó Orozco.

La mayoría de los trabajadores agrícolas son inmigrantes y muchas de las veces ellos se sienten intimidados por no tener papeles y no buscan ayuda, o no están informados de sus derechos como trabajadores. Cincuenta y tres por ciento de trabajadores agrícolas son indocumentados, 25 por ciento son ciudadanos de los Estados Unidos, y 21 por ciento son residentes permanentes, según la Encuesta Nacional de Trabajadores Agrícolas por el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos.

“Es importante informarnos de nuestros derechos para así defendernos de cualquier injusticia que se nos pueda hacer en el área de trabajo”, afirmó Orozco.

Como miles de trabajadores agrícolas, Ismael y Consuelo luchan día a día pizcando fresa y limón para ganarse su paga del día dependiendo cuanto hayan pizcado.

“El trabajo es difícil, pero nosotros queríamos una mejor vida, no solo para nosotros, pero para nuestros hijos para que progresen y tengan una mejor vida”, explica Magaña.

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Nota del editor: Esta historia se publicó previamente en El Nuevo Sol

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