3. Todos se van de Wendy Guerra

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Guerra, Wendy. Todos se van. Editorial Bruguera, Barcelona. 2006.

Guerra, Wendy. Todos se van. Editorial Bruguera, Barcelona. 2006.

50 LIBROS/ 50 BOOKS: Mujeres y sus historias. 

“No sé en qué momento se me ocurrió dejar de ser niña”.
Wendy Guerra

Hay dos formas de contar historias que verdaderamente me apasionan: las cartas y los diarios. Uno sabe que es ficción, que ésta es sólo la manera en que se ha decidido contar una historia y, sin embargo, uno se adentra tanto que se cree todo, uno se vuelve el pequeño voyeurista de las intimidades de alguien más. Seguramente eso pensó Wendy Guerra a la hora de elegir la forma literaria que utilizaría para contar la historia de Nieve, la protagonista de su novela Todos se van. 

Guerra, Wendy. Todos se van. Editorial Bruguera, Barcelona. 2006.

Guerra, Wendy. Todos se van. Editorial Bruguera, Barcelona. 2006.

El lector se adentra así no sólo en la vida de la protagonista sino en la vida de una generación, la vida de una Cuba que es mucho más compleja de lo que imaginamos.

Se trata de la primer obra de Wendy Guerra (Cuba, 1970), ganadora del Primer Premio Bruguera de Novela, en España. Todos se van es el diario de Nieve Guerra, una pequeña sobreviviente del mundo adulto y de las peculiaridades del comunismo cubano. La novela se divide en dos partes: “Diario de Infancia” y “Diario de Adolescencia”, en ambas narra su día a día con una dulce-cruda honestidad y la lucidez de una adulta atrapada en cuerpo de niña. Nieve encuentra en su diario un refugio: “Desde que supe leer y escribir me confesaba entre sus páginas. Esperaba crecer, tomaba aire y escribía a escondidas para encontrar el exorcismo”. Es difícil saber si la escritura es realmente una forma de encontrar ese exorcismo, pues su vida está llena de vicisitudes, pero sin duda se vuelve en su aliada para sobrellevar todo lo que enfrenta.

Nieve crece con su madre y el nuevo esposo de ésta un extranjero entre loco y amoroso; la sinigual familia vive en casa prestada, en realidad, vive prácticamente de prestado. Reciben ayuda para comer, para vivir, para sobrevivir. Por otro lado, el padre de Nieve, un alcohólico empedernido, lucha por la custodia de la niña como una manera de lastimar a la madre, un hombre terrible y violento “Mi padre siempre termina pegándonos. Nunca en público, siempre lo hace con cuidado. Pero ahora fue delante del sueco. Pasé mucha vergüenza”.

Nieve lo cuenta todo, los pequeños momentos de felicidad como las visitas de los amigos del guiñol, las locuras de Fausto, su padrastro, las ocurrencias todas en la familia “Cuando no hay luz nos pintamos el cuerpo con mi acuarela, nos ponemos sombreros y máscaras, encendemos la fogata al borde de la laguna”; Nieve también comparte sus recetas para preparar ostiones, los versos que lee a su madre cuando enferma tras volver de la guerra de Angola, las tristes canciones que acompañan el funeral de un viejo amigo de la familia y el largo, largo proceso legal impuesto por su padre, quien, a fin de cuentas, se queda con la niña.

La vida de Nieve no sólo se divide en infancia y adolescencia, se divide en antes y después de vivir con su padre. Él se la lleva lejos de su madre y lejos de lo más básico: comida, amor, escuela, amor, amor: “…A mi padre siempre se le olvida llevarme a comer y sólo puedo salir de la casa de madera cuando hay función del grupo o cuando me lleva a la escuela. Y no siempre me lleva”. El colmo es que por faltar a la escuela Nieve es castigada y obligada a hacer planas y planas. En casa, con su padre, pareciera vivir un infinito castigo por algo que ni siquiera ha hecho, a menos que tener enorme gana de vivir sea un castigo.

El diario de la adolescencia no es muy distinto, aunque Nieve puede volver con su madre, ambas han perdido a Fausto y en ello han perdido la seguridad del único hombre que las cuidaba. El mundo adolescente es, también, un tambaleo entre lo bueno, lo malo, lo quiénsabe. Nieve estudia en la Escuela Nacional de Arte y aunque se rodea de chicos con sus mismas inquietudes también se rodea de soledad, desilusión y de la disciplina del sistema educativo: “Leo, escribo, marcho, grito consignas, saludo con la mano en la frente y, en mi lugar, descanso”. Nieve trata de ser una más, pero ¿cómo ser una más con un nombre como el suyo, con una historia como la suya?

Nieve observa y escribe, con el paso de los años se da cuenta como de Cuba todos se van pero Nieve se queda. Nieve permanece en una isla que es, en todo sentido, una isla. Todos se van es una hermosa novela, una lección de la escritura sobre la escritura.

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