Gloria del boxeo espera entre carencias “la campanada del último round”

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José "Mantequilla" Nápoles muestra uno de sus cinturones que lo acreditan cono campeón. (Jesús Alcázar/Somosfrontera.com))

José "Mantequilla" Nápoles muestra uno de sus cinturones que lo acreditan cono campeón. (Jesús Alcázar/Somosfrontera.com))

Por Lourdes Cárdenas

José "Mantequilla" Nápoles muestra uno de sus cinturones que lo acreditan cono campeón. (Jesús Alcázar/Somosfrontera.com))

José "Mantequilla" Nápoles muestra uno de sus cinturones que lo acreditan cono campeón. (Jesús Alcázar/Somosfrontera.com))

CIUDAD JUAREZ, México –  Ya no hay músculo en lo que alguna vez fueron sus rápidos y veloces brazos, ni tampoco agilidad en su caminar o en sus movimientos. Su memoria lo traiciona y con frecuencia se retira a su esquina, ignorando el bullicio a su alrededor, ensimismado en sus pensamientos.

Duerme de 5 de la mañana a 5 de la tarde y por las noches juega Solitario y ve televisión. Pero lo que más disfruta es sentarse en una pequeña banca en la banqueta de su casa y fumarse un puro. Entonces, los vecinos llegan a saludarlo y los niños, esos que no habían nacido cuando él estaba en la cúspide de la fama, le recuerdan lo grandioso que fue en el cuádrilatero.

“¿Aquí vive ‘Mantequilla’?” pregunta un niño que toca la puerta de la casa en el vecindario de Juárez en donde ahora habita José “Mantequilla” Nápoles, el ex boxeador cubano-mexicano campeón de los pesos welter a lo largo de cinco años.

“Mantequilla” ha sido quizá uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos, con un récord de 88 peleas –55 ganadas por nocáut y 7 derrotas. Pero la gloria de esos días, cuando su nombre ocupaba primeras planas en los diarios y los contratos para sus peleas sumaban miles de dólares, se ha ido. Hoy, a sus 72 años, Mantequilla , vive en condición precaria, sin lujos, sin nada que recuerde los tiempos de derroche y abundancia.

En su esquina tiene solo al hombre más rico del planeta, Carlos Slim, el multimillonario número uno en la lista Forbes, quien le ayuda con una mensualidad de 5,000 pesos para cubrir sus necesidades básicas.

Hace dos años, “Mantequilla” todavía entrenaba niños y jóvenes en un deteriorado gimnasio en la parte alta de los Baños Roma en el centro de la ciudad. El gimnasio está ahora sucio y polvoso, con paredes agrietadas y sillas a punto de romperse. En una esquina se acumulan guantes de box que lucen acartonados. Nadie ha subido al ring o golpeado los costales de boxeo en los últimos meses. El último pupilo del ex pugilista pisó el gimnasio hace ya varios meses.

“Vienen cuando se les da la gana”, dice “Mantequilla” sin entusiasmo, aunque sus grandes ojos negros brillan cuando describe el proceso de entrenar a alguien. “Primero, te pondría a correr, a hacer unos ejercicios luego te llevaría a la ‘mesa de la muerte’ (para hacer abdominales al derecho y al revés), luego a brincar el lazo, variadito, a correr alrededor del ring, a mover la cintura y tirar golpes y después a la pera, hasta que te canses”.

“Mantequilla” Napolés llegó a Juárez en 1993, aunque para el fue “hace como mil años”. Para entonces se había retirado del boxeo, pero vino a entrenar al superpeso ligero Cesar “La Cobrita” Soto. En esta ciudad conoció a su esposa, Bertha Navarro, una juarense de la que dice, se enamoró tan pronto como la vió.

“Yo la ví y dije ¡que güerita tan chévere!…La invite a cenar y entonces pasó todo el merequetengue”, dice “Mantequilla” usando esas expresiones cubanas que parecen llevarlo de regreso al país que dejo en 1961 escapando del regimen comunista de Fidel Castro, y donde aún residen algunos de sus hermanos. Él asegura que ha visitado Santiago recientemente, pero Navarro, de 52 años, dice que ese viaje solo está en su imaginación.

“Le ha dado por decir que fue a Cuba”, dice Navarro. “El dice que me llevo allá, pero yo nunca he estado en Cuba”.

Para “Mantequilla” los recuerdos de Cuba parecen estar más frescos que las memorias de algunas de sus peleas en el ring. De esos encuentros cuenta poco y los resuelve en unas cuantas frases.

“Cuando llegue con Curtis, ni me vio; no sabía ni de dónde le llegaban los golpes”, dice sonriendo al referirse a la pelea de 1969 en la que, en el round 13, le arrebató el título mundial de los pesos welter al entonces campeón Curtis Cokes. La pelea tuvo lugar en Inglewood y marcó el inicio de la fama mundial de “Mantequilla”.

Sobre la otra pelea, la que sucedió cinco años después en París y que fue patrocinada por el actor francés Alan Delon, también habla poco. La pelea de 1974, inmortalizada en el cuento “La Noche de Mantequilla” del argentino Julio Cortázar, terminó en una vergonzosa derrota para “Mantequilla”, quien tiró la toalla en el séptimo round. Las crónicas de entonces describen los golpes precisos, rápidos, contundentes con que lo castigaba el campeón de los pesos medios, el argentino Carlos Monzón.

“Era muy pesado”, dice “Mantequilla” sobre esa pelea. “Perdí pero le di algunos golpes, jabs, ganchos al hígado”.

Lorenzo Soberanes, coordinador médico para Latinoamérica del Consejo Mundial de Boxeo, describe a su amigo “Mantequilla” como un ícono del boxeo mexicano en la categoría de pesos welter, no solo por la elegancia y velocidad de su boxeo, sino también por la contundencia de sus golpes.

Desafortunadamente, dice Soberanes, la mayoría de los boxeadores de la generación de “Mantequilla” viven en condiciones precarias, sin un ingreso decente, algunas veces enfermos y abandonados.

“Es una historia común. Cuando tienen fama, todo mundo les saca dinero, lo traen, lo llevan y cuando dejan de ser famosos buscan a otro famoso y se olvidan de este”, dice Soberanes.

A diferencia de las nuevas generaciones de boxeadores, los viejos nunca administraron la fortuna que ganaban, dice Soberanes. “Los boxeadores de ahora son más empresariales y buscan manera de invertir el dinero que ganan. Tienes casos como el de Julio César Chavez que tiene una cadena de restaurantes, algunos tienen carnicerías, salones de bailes, están más diversificados”.

Soberanes dice que en la convención de diciembre de este año, el Consejo Mundial de Boxeo dará a conocer la creación de un fondo de retiro para ayudar a los boxeadores al final de su carrera y prevenir situaciones similares a las de “Mantequilla”.

En el límite

Hace unos tres años, “Mantequilla” se vio involucrado en un accidente automovilístico y fue detenido por la policía. Aunque fue liberado unas horas después, el accidente fue un parteaguas en su vida, dice Navarro.

“Eso pasó como hace tres años y de ahí se vino para abajo. No puede salir solo porque se pierde”, dice Navarro. “Ya no tiene gente en el gimnasio, luego se vino lo de las matanzas, cerraron los negocios, el vendía guantes y ya no pudo hacerlo. Se nos empezaron a cerrar las puertas”.

Fue una situación extremadamente difícil, recuerda Navarro. “Nos quedamos endrogados con la renta de la casa, nos quedamos sin agua, sin luz, sin gas y el quería vender los cinturones. Entonces un amigo de él en El Paso dijo que tenía una casita y que nos la prestaba. Y aquí nos metimos”.

De acuerdo con Navarro, “Mantequilla” no padece ninguna enfermedad, pero depende casi al 100 por ciento de ella.

“Para todo”, dice ella. “Para bañarse, vestirse, echarle crema, rasurarlo, todo. Yo siento que está deprimido. Es una muy buena persona, no es agresivo o grosero y es muy tolerante también”.

Agrega que han sobrevivido gracias al apoyo de la gente que quiere mucho a “Mantequilla”.

“El señor (Carlos) Slim le da una mensualidad de 5,000 pesos al mes, pero eso no es suficiente”, dice. “Otro amigo de él lo puso en la nómina de su empresa y por eso tiene seguro social”.

El apoyo de Slim se consiguió a través del Consejo Mundial de Boxeo. En fechas recientes, “Mantequilla” ha sido invitado a participar en unas giras nacionales de la CMB para promover el deporte entre los jóvenes. Cuando viaja, el ex pugilista recibe también un apoyo económico, dijo Soberanes.

Navarro dice que esas pequeñas invitaciones hacen muy feliz a su marido.

“Hace un año lo invitaron a Ascención a una pelea. Cuando estaba ahí lo subieron al ring y lo presentaron al público. El estaba muy feliz, se sentía como un pavorreal”.

Pero, la mayor parte del tiempo está pensativo, dice Navarro.

“Yo creo que extraña el boxeo. Esa fue su vida”, dice Navarro. “Algunas veces me llama al cuarto y me muestra sus brazos, como tratando de encontrar la fuerza que tenían antes”.

Ahora, en el último round de su vida, “Mantequilla” mira la vida con la sabiduría de un viejo peleador, eligiendo solo las batallas que quiere dar.

“Yo no me meto con nadie, no hago nada malo ni me busco problemas”, dice “Mantequilla”. “Y cuando me toque, me tocan la campana”.

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Editor’s note: This story was previously published on SomosFrontera

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