Navidad, Navidad, Blanca Navidad…

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EL PASO — La época navideña prácticamente está a la vuelta de la esquina y como todos los años en todos los medios de comunicación empiezan a bombardearnos con comerciales y productos que debes obtener en estas fechas, haciéndonos víctimas y blancos de compañías que durante esta época decembrina se enriquecen de manera agigantada. Esto  porque  la gente al parecer tiene un gran apuro de salir y gastar hasta el último peso del aguinaldo que con el esfuerzo de todo el año lograron obtener.

Recuerdo hace un mes y medio haber estado viendo la televisión cuando salió un comercial promocionando “la magia de la Navidad.” Esto me hizo pensar: ¿cuál es en realidad  la magia de la Navidad, o mejor dicho, ¿cuál es la magia de tu Navidad? Creo que este término es muy amplio y que cada persona según su situación lo interpreta de diferente manera. Para unos es un gran  regalo, para otros es un tiempo de reflexión, para otros un tiempo para estar con la familia, y para muchos otros es solo un día más.  ¿Y para ti?

Deberíamos empezar por reflexionar que es realmente lo que festejamos en estas fechas y cual es la importancia de la Navidad. A través de los años creo que se ha perdido un poco la esencia y  las tradiciones que hacían que la Navidad fuera una fecha distinta a cualquier otra. Las distintas celebraciones que se hacían poco a poco han sido opacadas por el consumismo que hoy por hoy se ha convertido en  una característica de la época así como el interés que existe de encontrar un pretexto para salir a comprar algo, muchas veces ni sabemos qué pero tenemos esa necesidad de comprar, comprar, comprar.

Navidad

Recuerdo cuando estábamos pequeños mi hermana y yo, siempre queríamos poner el árbol como desde octubre. En mi familia era tradición que cuando poníamos el árbol todos estábamos en la sala, era como el evento del año. Sacábamos los adornos con cuidado, enderezábamos cada rama del árbol porque después de un año de estar guardado más que pino de Navidad parecía un plumero gastado y polvoriento, revisábamos cada foco de las interminables extensiones de doscientas luces y por lo regular no faltaba aquella que, o no prendía la mitad o de plano le faltaban como la mitad de los focos, así que terminábamos yendo a la tienda a traer nuevas. Todavía recuerdo aquello focos llenos de piquitos que se atoraban en cualquier superficie que tocaban y se enterraban en los dedos cuando tratabas de cambiarlos.

Por lo regular papá se sentaba en el sofá con su café y pan a observar, desde ahí él opinaba y sugería donde se veían huecos o donde faltaba ponerle adornos al árbol y, si había adornos iguales en la misma rama, de vez en cuando se levantaba a cambiarlos de lugar o solo nos los apuntaba. Mi mamá era la encargada de poner los focos, bueno en realidad ella los sostenía mientras yo tenía que darle como cien vueltas al árbol para colocar la extensión de no se cuantos metros. Mi hermana por lo regular se hacía la loca y solo ayudaba al final a colocar los adornos porque era lo único que le gustaba hacer. Qué fácil hubiera sido tener un árbol como los de ahora, que ya vienen armados y con focos integrados y que solo es necesario sacarlo de la caja y se ve perfecto. Pero al pensarlo mejor, creo que todo el numerito de poner el árbol no tendría sentido o no sería tan especial.

Lo que más recuerdo hasta la fecha es cuando mi hermana y yo con ayuda de mi mamá nos poníamos a hacer la famosa carta a Santa. Recuerdo que la mesa estaba llena de colores y adornábamos ese pedazo de papel como si fuera una carta dirigida al mismísimo presidente. Algunas veces mi papá hasta nos dibujaba un pequeño Santa en el sobre. Todos los años mi carta empezaba con la misma frase, “Querido Santa: no importa que a mí no me traigas nada con tal que le traigas a todos los niños algo” lo cual significaba que a lo mejor al decir esto Santa se olvidaría de las cosas malas que había durante el año y podría ver que yo era un niño considerado. Usualmente, la carta continuaba con algo que decía más o menos así, “pero si me traes algo, esta es mi lista,” la cual incluía el nombre de todos los juguetes, solo por si acaso era posible que me tocara algo esa Navidad. El punto final de la carta consistía en dejarle bien claro el nombre, color, tamaño y tienda donde Santa podría encontrar el famoso juguete. Recuerdo que poníamos las cartas arriba de la chimenea y cada día al llegar de la escuela verificábamos si se las había llevado, hasta que un día de pronto desaparecían. De hecho, el mes pasado mi mamá me enseño todas las cartas que escribimos mi hermana y yo; fue increíble ver lo que escribíamos, las faltas de ortografía de esas cartas y la inocencia con la que crees que el señor vestido de rojo y panzón realmente bajará por tu chimenea. Cuantas veces no escuchamos de niños, “si no te duermes Santa no llegará” y esperábamos hasta que de plano los ojos se nos cerraban del sueño.

Un año, mis papás si se quedaron bien dormidos y no pusieron los regalos a tiempo y nos dijeron a mi hermana y a mí, busquen bien. Ahí andábamos los dos por toda la casa busque y busque, hasta que de pronto, como por arte de magia aparecieron las cosas en la sala.

Todavía recuerdo el año en que recibí la cosa más increíble del mundo, una pista de Hot Wheels enorme con control remoto que mi papá, con gran “emoción”, me ayudo a armar como a las seis de la mañana en que fui a despertarlo para darle la noticia. Ese mismo año a mi hermana le regalaron una cocina de juguete la que hasta la fecha también considera que fue su mejor regalo. Pasamos el día entero jugando cada quien con su regalo nuevo.

No sé porque pero por algún motivo hasta la fecha, la Navidad me causa mucha emoción. El poner el árbol significa que la Navidad está cerca y sigue siendo como un momento familiar que seguimos disfrutando. Pero en ocasiones es triste observar como lo que puede ser una fecha tan especial para convivir y encontrar motivos para crecer y ser mejores se convierte en algo plástico y estresante para familias enteras que no cuentan con los recursos necesarios para organizar una enorme cena o para poner un  árbol de Navidad lleno de regalos. Es lamentable que mientras mucha gente gasta miles de pesos, hay otros que solo sueñan con pasar otro día más.

Al igual que mucho de ustedes yo también he sido víctima de lo mismo, no me excluyo, pero creo que en esta época especialmente deberíamos reflexionar sobre las cosas que logramos en el año que se va, las cosas que no hicimos por algún motivo insignificante y, sobre todo, en las cosas que somos capaces de lograr en el año venidero.

Para mí, la magia de la Navidad es estar con mi familia y con la gente que quiero. Es poder ser capaz de disfrutar momentos únicos con ellos que aunque para algunas personas puedan parecer insignificantes, para mí son esos momentos que marcan mi vida y que le dan un sentido. Son esos momentos los que me motivan a crecer y ser mejor.

No permitas que el estrés de comprar el mejor regalo, o el más caro opaque tu Navidad, trata de encontrar cosas que tendrán un valor más significativo y que dejarán una huella en la gente que quieres, muchas veces lo que pensamos que menos puede sorprender a alguien, es lo que lo sorprende más.  Son los recuerdos agradables los que llenan la vida de felicidad.

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